¿Quien soy?

Mi historia empieza antes de nacer

Mi historia empieza antes de nacer, en el vientre de mi madre. Mi familia proviene de una zona muy especial: el Delta del Ebro.

Los deltas son lugares únicos con paisajes infinitos y con gentes influenciadas fuertemente por los elementos.

Mama siempre dijo que una noche antes de nacer, escuchó mi llanto en su vientre (ahora sé que ya entonces podía sentir el sufrimiento del mundo).

Dicen que hay quien llega con un pan bajo el brazo,

yo llegué con un don en las manos: la sanación.

Mi niñez transcurrió curando a familiares, amigos y vecinos. Esto marcó e inspiró claramente mi destino: yo debía ayudar a aquellos seres humanos que sufren y precisan ser liberados.

Escogí como carrera profesional el ser fisioterapeuta. En un primer momento no pude acceder a los estudios (aquí el destino tenía una de buena preparada).

Por aquel entonces yo tenía 17 años y mientras preparaba los exámenes para la universidad me pareció que debía hacer algo más.

Un día, hojeando un periódico, apareció ante mí el anuncio de una escuela de Acupuntura y Naturopatía en Barcelona. No sabía muy bien porqué pero muy pronto me encontré estudiando disciplinas para curar el cuerpo de las cuales no había oído nunca antes hablar.

Era el más joven de la clase.

Al terminar el primer año mi mente estaba repleta de dudas. Todo aquello me sonaba a “chino” (nunca mejor dicho) y pensé en dejarlo. Entonces apareció alguien sabio (de esos que aparecen en la vida de tanto en tanto) y me dijo:

- Es normal que te sientas así, pero vale la pena que te concedas a ti mismo la oportunidad de aprender algo que puede cambiar tu vida.

Aquel breve encuentro cambió mi percepción y mis dudas, así que decidí darme la oportunidad, y continué estudiando medicina china durante 3 años más.

En el último año, pude ingresar en los estudios universitarios de fisioterapia en la Universidad Ramon Llull. Aquellos fueron años geniales pues sentí completar mi formación básica con éxitos muy notables en sus dos polos: una visión oriental y una visión occidental.

Culminé los estudios con una beca Erasmus que me permitió abrir mis ojos al mundo. Viajé a Bélgica pues en aquel momento quería conocer y aprender con el mayor experto del mundo de fisioterapia respiratoria neonatal, Guy Postiaux.

Aquella experiencia fue increíble. Los sabios son sabios porque saben sobre el conocimiento pero también saben sobre las verdades de la vida. Esos meses fuera de mi país despertaron en mí dos grandes ideas:

1) El mundo es muy grande y hay muchas personas interesantes para conocer, y 2) El destino hay que seguirlo, te lleve a donde te lleve.

De aquella aventura me llevé otra cosa: descubrí mi deseo de comunicarme con el mundo, para ello desarrollé una habilidad idiomática que me ha permitido aprender y enseñar alrededor del mundo.

Volví a mi ciudad y decidí abrir mi consulta con 24 años.

Pasé 10 años consultando, aprendiendo y maravillándome cada semana de cómo funciona el cuerpo y descubriendo la singularidad de cada humano ante la salud y la enfermedad.

Un buen día decidí que podía hacer algo por mis compañeros de profesión,

así que decidí que podía escribir un libro de moxibustión china para fisioterapeutas.

 En aquel momento creí que podía ser algo fácil aunque con los años descubriría su gran dificultad y profundidad. Ahí el destino tenía otra carta preparada, así que en la búsqueda previa a la redacción, encontré a alguien muy especial: Antonio Augusto Cunha.

El maestro Cunha era un fisioterapeuta brasileño que estaba convaleciente debido a una leucemia. Fue increíble! Aquel hombre me hablaba de moxibustión japonesa y

del maestro Fukaya, y yo no había oído hablar de eso en mi vida. Él había publicado dos libros sobre el tema. Por alguna razón misteriosa en aquel momento, él sintió que debía pasarme toda la información que tenía.

Pasamos días y días hablando a través de Internet. Yo empecé a probar aquellas técnicas que él me contaba, y la verdad, no podía creer lo que mis ojos veían.

Estaba resultando fascinante por la rapidez de los resultados y por sus poderosos efectos.

Empecé a tener sueños, y durante 3 semanas, cada día soñaba lo mismo: la moxibustión japonesa, la moxibustión japonesa, la moxibustión japonesa... Cuando me despertaba volvía a decir:

 - Otra vez…moxibustión japonesa. Mi mujer me insinuó que tal vez, yo no estaba bien pero yo le dije:

- Estoy bien, es solo que esto es una señal que debo seguir. Debo encontrar quien me pueda enseñar este camino en persona.


Quiero apuntar que siempre guardaré un recuerdo entrañable y emocionante por el gran maestro Cunha pues en su inmensa generosidad abrió la puerta de mi destino.


Empecé a buscar,


y


el destino otra vez preparó una respuesta. Unos pocos meses después, aquel mismo año, de manera muy extraordinaria, el maestro japonés más reconocido en la enseñanza del estilo de moxibustión de Fukaya, Tetsuya Fukushima sensei, viajaba a USA para impartir un seminario.

No tuve duda,


así que cogí un avión y me fui a encontrarlo en Boston. Aquel encuentro fue cósmico. En un primer momento, la sorpresa:


-¿Cómo vienes aquí desde tan lejos? Mi respuesta:


- Quiero aprender moxibustión japonesa con el mejor.


Aquellos días fueron increíbles. Yo desconocía por completo la cultura japonesa, y pensaba que aquella amabilidad y entrega era algo simplemente casual y simpático. Pasábamos horas hablando de moxibustión,


en el seminario y fuera del seminario, en el hotel, en el almuerzo, en la comida y en la cena, y por la noche en la habitación, en el coche….en todo momento continuábamos hablando de moxibustión. Años después, comprendí aquello que había pasado en USA pues un japonés me dijo:



-Usted es un hombre muy afortunado. -¿Porqué? Dije yo.

 

–Usted ya fue escogido y aceptado por su maestro.


En aquel viaje también recibí de manos del maestro Fukushima mi iniciación a la moxibustión. Una experiencia sensorial y espiritual fascinante. Aquellos conos de moxa ardían penetrando en mi alma y expandían mi consciencia hasta límites nunca antes experimentados por mí.


Volví de aquel viaje transformado y con la necesidad de escribir todo aquello que había oído, experimentado y aprendido. De esta manera surgió mi primer libro 'El calor que cura', que llegaría al mundo al mismo tiempo que mi amado hijo.




Pasé un año trabajando, experimentando e investigando con el material aprendido. Y como es evidente, cuando algo te toca el alma y se convierte en la pasión de tu vida quieres más y más…


y como más quería más dudas tenía.




En aquel momento el contacto con el maestro japonés era imposible pues Japón quedaba muy lejos y en aquel momento no sabía nada de la lengua japonesa. Por esas razones empecé a intentar encontrar mis propias respuestas a mis dudas, así que investigué y observé hasta la saciedad.





Cuando mi saco de las dudas estaba ‘a rebosar’ y mis respuestas generaban suficiente inseguridad, decidí viajar a Japón. Estaba seguro que encontraría alguien que me traduciría, y así fue.



Al llegar a Japón, me reuní con el maestro Fukushima y le presenté mis conclusiones. Tras mi exposición, me miró y sonriendo me dijo:


- Le has puesto palabras a aquello que nosotros no le ponemos palabras.


Aquello volvió a marcar mi destino, pues si antes ya había sido aceptado, a partir de aquel momento inicié mi camino como su único alumno reconocido. Camino que seguiría desarrollando a su lado (a pesar de la distancia) durante muchos años más.


Parece que el destino andaba vigilante, y en aquel primer viaje de los múltiples que se sucederían a lo largo de los años,


Hiroshi Enomoto (gran amigo y propietario de la tienda de moxa Sankei) me presentó quien sería para mí algo más que un maestro,


un amigo del alma, Hideo Shinma sensei. Él era el hijo del célebre maestro de la moxibustión japonesa del S.XX, Isaburo Fukaya.



Recuerdo perfectamente la tarde en la que lo conocí. Enomoto san y yo nos presentamos en su casa. Yo estaba extremadamente nervioso, y no quería cometer ningún error de protocolo. Me habían dicho que era una persona mayor a la que debía presentar el máximo respeto.


Fue increíble. Aquel encuentro fue un ‘re-encuentro’.


Fue como re-encontrar un alma amiga. Pasamos horas y horas hablando, se hizo de noche, y seguíamos hablando de moxibustión, de su padre, de música (pues Shinma sensei es un músico renombrado) y revisando los manuscritos de su padre. Lleno de emoción y llegado el momento, le dije:


- Lo que su padre hizo fue increíble. El mundo debe saberlo, y yo le ayudaré a que así sea.


Años más tarde Enomoto san me confesaría:


-Aquella tarde, cambiaste su vida y la historia! Desde que te conoció cambió su carácter y la fuerza volvió a su cuerpo.


A lo largo de los posteriores viajes (viajaba cada año) nuestra relación fue estrechándose, llegando a viajar a Japón solo para pasar tiempo con él.


A su lado las horas pasaban volando…revisábamos, leíamos y hablábamos sin parar (él en japonés y yo en inglés).



Nos entendíamos perfectamente y sin necesidad de ningún idioma ni traductor. Fruto de esa relación llegamos a publicar dos libros conjuntamente: ‘Moxibustión al final de la cuerda’ y ‘Los puntos tesoro de la moxibustión de Fukaya’ y colaboramos mutuamente en muchos otros proyectos.


Una tarde de aquellas memorables llegué a casa de Shinma sensei y se encontraba tratando a una estudiante. Me dijo:



-Vamos a hacerlo los dos!



Así que sin haberlo previsto se organizó una ‘jam-sesión’ de moxibustión. Fue muy divertido pero lo más impactante es que en aquel momento recibí una iluminación que marcaría mi futuro en el estilo de moxibustión de Fukaya y en mi interés de renovar el lenguaje y el entendimiento de la moxibustión. Nos encontrábamos tratando aquella mujer, cuando me di cuenta de cómo los puntos se organizaban en patrones triangulares.


Empecé a ver el cuerpo bajo ese prisma triangular de los tejidos y a comprender que aquello debía ser conocido por el mundo.




Cuando me consideraron preparado, fui autorizado, y empecé a enseñar. Mi primer seminario fue en España, y después con frecuencia en otros destinos como Portugal, Francia, Irlanda, Dinamarca, Italia, Reino Unido, Japón y Brasil.  (continua)


Enseñar en Brasil me marcó notablemente,


mis libros habían sido traducidos al portugués, y eso me permitió conectar el circulo del inicio del camino. Por fin, visitaba el país del maestro Cunha (en aquel momento desafortunadamente ya traspasado). 




Allí descubrí la fuerte espiritualidad del pueblo brasileño y eso tuvo mucho que ver también con mi despertar espiritual.


Fundé la única escuela de moxibustión japonesa del mundo: Okyu Barcelona, y a lo largo de esos años organicé diferentes seminarios internacionales en Barcelona a los que invité principalmente a mi familia moxibustora, el maestro Fukushima y el maestro Shinma.



Me fascinaba la idea de mostrar todo aquello que me había maravillado a mi antes y que creía podía ser de gran ayuda para la humanidad.


Una fecha muy especial para mí fue el 27 de Abril de 2017, pues aquel día, en el marco del III Seminario Internacional de moxibustión japonesa,


Shinma sensei hizo público mi nombre como el 4rto sucesor del linaje de enseñanza de Isaburo Fukaya



(aspecto que quedo registrado en su libro blando sobre la historia de Fukayakyu). El esfuerzo, el trabajo y la pasión durante años fueron recompensados.



Mis aportaciones en la comprensión del estilo (Teoría del Triangulo) y el desarrollo de recursos pedagógicos y didácticos en la enseñanza fueron clave en ese reconocimiento.





Mi profundo conocimiento del estilo de Fukaya y mi práctica como fisioterapeuta especializado en la postura (me había formado en el método Mézières)


me permitieron desarrollar un nuevo estilo de moxibustión: el Kinseikyu (Equilibrio postural con la moxibustión)



que resultó novedoso al utilizar la moxibustión como herramienta única para modelar la postura (y el alma).


En mis viajes a Japón, viví muchas aventuras y conocí mucha gente. Muchas veces generaba una gran sorpresa al presentarme como un Okyuya-san (moxibustor) occidental conocedor de ese apasionante arte tradicional. A veces también levanté recelos, por aquello de no ser japonés. Muchos apreciaron mi trabajo y me reconocieron como un auténtico Okyuya-san.


He tenido la oportunidad de observar y de aprender del trabajo de muchos moxibustores, actualmente algunos ya desaparecidos u otros retirados de la actividad, que creían en la moxibustión como la herramienta esencial. Algunos habían practicado moxibustión por generaciones.


Pude sentir su fe indudable en lo que hacían y su trabajo exacto, minucioso y humilde. Recuerdo sus miradas afables y reconciliadas al encontrar una esperanza en mi. Aún resuenan muchas veces las palabras de Nakamura sensei , autoridad en la práctica del Shogakyu (moxibustión con jengibre): 


- Por favor, Felip san explícale al mundo sobre esta técnica!! Debe perdurar su práctica.


Otra maestra que conocí, e impactó en mi alma, fue Koshiishi sensei. Una mujer fuerte y muy elegante que con sus ojos parecía leer tu interior. Había elaborado un estilo de moxibustión único, el Shiunkokyu. Una forma de aplicar moxa conceptualmente renovadora y de un nivel de profundidad y sutilidad energética sin igual. Ella cambió el concepto, dando un paso más con una gran humildad y generosidad. Una gran mujer maestra. Siempre recordaré el día que la encontré (o re-encontré). Lloramos juntos de alegría.


Mi misión en pro de la moxibustión ha continuado (y continua) con la publicación de artículos en revistas especializadas como el North American Journal of Oriental Medicine, Acu o el Osaka Shinkyu Journal, con la formación presencial alrededor del mundo y ahora on-line.



Espero nos encontremos pronto (o re-encontremos!).


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